"Boca y La Candela: una relación con idas y vueltas"




Redactado en noviembre de 2018



Boca y La Candela: una relación con idas y vueltas




       En Villa Luzuriaga, ciudad del partido de La Matanza (Provincia de Buenos Aires) desde 2009, se halla un predio de unas seis hectáreas rodeado de paredes altas con alambre de púas en la cima. Entre las calles Triunvirato, Chenaut y Buchardo hay un complejo tan privado que no existe manera de ver hacia adentro desde la calle, excepto por algunas hendijas que se encuentran en las puertas secundarias, que por su aspecto oxidado y antiguo, parecen no haber sido usadas en mucho tiempo. La única manera de entrar es por el portón principal, donde hay que hablar con los guardias de seguridad que atienden detrás de un vidrio polarizado, mediante un portero eléctrico.

A tan sólo una cuadra de la Villa Peluffo se encuentra, casi aislada del resto del barrio, La Candela. La misma que perteneció a Boca durante décadas. La misma por la que pasaron futbolistas del calibre de Diego Maradona, Oscar Ruggeri o Ángel Rojas. La misma en la que el Barcelona desembarcó en un intento de buscar nuevas promesas. Son pocos los indicios de que Avenida Triunvirato 4473 es la sede emblemática de uno de los clubes más importantes del país, pero los habitantes de las casas aledañas no lo olvidan.
-Cuando llegaban los jugadores, que venían por Camino de Cintura y doblaban acá a tres cuadras, todos nos dábamos cuenta. Era como tener la cancha a media cuadra de casa, y para los que no podíamos ir hasta La Boca era muy lindo -comenta Luis Arales, vecino de Villa Luzuriaga.
Si no fuera por el gran portón azul en el que están pintados el escudo de Boca y la frase “la mitad más uno”, sería difícil imaginar que entre esas paredes alguna vez entrenó el primer equipo del club, o al menos que aún hay futbolistas que practican allí. Tal vez al asomarse por los huecos se podría observar a alguno con una pelota en sus pies, pero habría que tener suerte, ya que la cancha visible desde ese ángulo no está siempre en uso.
Al mismo tiempo que algunos vecinos charlan sobre el clima pesado, un chico pasa frente a la entrada mientras habla con alguien por videollamada:
-Mirá amigo, para vos -dice mientras apunta con la cámara del celular hacia el portón.
-¿Dónde estás?
-Acá, en Luzuriaga. Hay como un predio y la entrada está pintada de Boca, no sé qué onda.

Al igual que el adolescente que pasó a metros de ese histórico lugar, cientos de personas circulan diariamente por los alrededores sin tener la menor idea de lo que ocurrió ahí dentro; tal vez producto de las múltiples etapas que atravesó La Candela, que no le permitieron identificarse definitivamente con la institución Xeneize.
El primer contacto que el complejo tuvo con Boca fue en 1963, cuando Alberto J. Armando, que atravesaba su segundo ciclo como presidente del club, desembolsó 13 millones de pesos para hacer propio el terreno de la entonces ciudad de San Justo. En principio se construyeron el comedor, los vestuarios y la casa central, ubicados entre las tres canchas principales, que también fueron remodeladas. Además, apareció el tanque de agua pintado de azul y amarillo justo en el centro del predio, una de las pocas cosas que se pueden ver desde la calle y que se aprecia cinco cuadras a la redonda. De esta manera, durante casi 30 años, el conjunto de La Ribera utilizó esas tierras para sus entrenamientos.
A mediados de los ‘90, Boca y La Candela sufrirían su primera separación. Con Mauricio Macri como Presidente, en 1995 el club comenzó el proceso de mudar todas las divisiones -desde Primera hasta las infantiles- a Casa Amarilla, y empezó a alquilarle el predio, que no utilizaba hacía cuatro años, a la Municipalidad de La Matanza. En el tiempo que duró el préstamo, las instalaciones fueron poco usadas por el Municipio y en consecuencia, se descuidaron.
"Ese par de años era tierra de nadie. Una que otra vez se veía que había gente, pero después nada. Mirá que no soy de Boca, pero por lo menos antes de eso había más movimiento por la zona. Ese tiempo parecía que estaba todo muerto", sentencia Mario Plaza, habitante del barrio Peluffo.
El renacimiento llegó en 1997, cuando el inquilino pasó a ser el Centro de Entrenamiento para Futbolistas de Alto Rendimiento (CEFAR), que presidía Jorge “Coqui” Raffo, ex jugador de la institución boquense. La organización se encargaba de darle la posibilidad de entrenar a aquellos futbolistas que no formaban parte de ningún club y, por lo tanto, no tenían dónde hacerlo. Junto a esta renovación también llegó la recuperación de las canchas, los vestuarios, el comedor, el gimnasio y las demás facilidades que ofrecía el complejo.
Ocho años duró el alquiler hasta que, en 2005, aún con Macri a la cabeza, Boca le vendió definitivamente el predio al CEFAR en unos 350 mil dólares, dinero que invirtió en mejorar Casa Amarilla. De esta manera, por primera vez desde 1963, lo único que unía al club con La Candela eran los recuerdos.
Otro período histórico inició el año siguiente. Nada más y nada menos que el Barcelona, equipo en el que Lionel Messi ya comenzaba a ser figura, arribó a La Matanza en búsqueda de implementar su método de formación de juveniles en suelo argentino. El principal objetivo era evitar que los chicos tuvieran que atravesar el duro momento de abandonar su país, algo que también sufrió la Pulga cuando debió emigrar a España.  Así, en un convenio con Raffo, que se encargaría de coordinar la nueva “Masía”,  se fundó el Barcelona Juniors Luján.
―Me acuerdo que cuando nos enteramos, pensamos que iban a venir los jugadores del Barsa, no entendíamos nada ―expresa entre risas Federico Plaza, hijo de Mario―. Después me di cuenta de que nada que ver, pero estaba bueno decirles a mis amigos que a tres cuadras entrenaban chicos del Barcelona.

No fue hasta 2012 que Boca volvió a Villa Luzuriaga con el objetivo de revalidar las inferiores del club. El flamante presidente, Daniel Angelici, decidió comprar el espacio nuevamente, esta vez por unos us$2.000.000. Al mismo tiempo, debió llegar a un acuerdo con el Barcelona, que aún se encontraba en pleno desarrollo de su proyecto de búsqueda de juveniles argentinos. Raffo pasó a ser el Coordinador General del Fútbol Infanto-Juvenil de la institución de La Ribera, que implementaría como propia la filosofía de entrenamiento y formación del equipo catalán. A cambio, los culés se aseguraban la prioridad de los derechos federativos de los jugadores que surgieran de las inferiores xeneizes, además de un 20% del precio de una posible venta futura de los mismos. “Este es un proyecto que necesita tiempo y paciencia”, declaraba Angelici al hacer oficial el acuerdo. Sin embargo, ninguno de esos factores existió.
―En su momento, pensaba que era una noticia hermosa. Imaginate, siendo hincha y viviendo acá hace 30 y pico de años, me alegré cuando escuché que Boca volvía al barrio. Pero lastimosamente no fue lo que esperaba -admitió Arales mientras miraba la pelota azul y amarilla en lo alto del cielo.
Para 2014 ya no había rastro alguno del trato entre las instituciones. Para el club argentino, la implementación de la metodología blaugrana en sus categorías inferiores no significó grandes resultados: sólo obtuvieron dos campeonatos de 12 posibles entre 2012 y 2013. Los catalanes, por su parte, no se beneficiaron con la adquisición de ningún futbolista que significara una importante incorporación a la institución. Lo único que permaneció vigente del pacto fue el puesto de Raffo en Boca, pero no por mucho tiempo.
Tras el fallido negocio, las divisiones juveniles del Xeneize continuaron con sus entrenamientos en La Candela. Desde la Cuarta hasta la Novena se mantuvieron bajo las órdenes de Coqui, que ya cumplía casi 20 años de trabajo en el predio de Villa Luzuriaga. No obstante, en enero de 2017, el técnico que supo estar a cargo de innumerables chicos durante dos décadas, renunció a su puesto en el club debido a “diferencias con Angelici”. Mientras tanto, en Ezeiza era inaugurado un nuevo centro de entrenamiento perteneciente al equipo de La Ribera, donde comenzarían a entrenar todas las categorías inferiores de fútbol y reemplazaría al de La Matanza. De esta manera, se producía un nuevo alejamiento entre el club porteño y el complejo del conurbano bonaerense.
Se hizo de público conocimiento que este año el plantel de Deportivo Riestra, institución de la Primera B Metropolitana, realizó en el predio las pretemporadas de verano e invierno. Además, en la actualidad, el conjunto del Bajo Flores utiliza las canchas para disputar los partidos de su reserva e inferiores.
Aun así, el portón y la entrada continúan pintados de azul y amarillo, con el escudo de las iniciales “C.A.B.J” y su frase característica. Esto, más allá de ser una posible coincidencia, refleja la relación de Boca con el mítico complejo. De entrenar diariamente, a abandonarlo. De usarlo sólo para los más chicos, a alquilárselo a la Municipalidad. De comprarlo, a venderlo, y comprarlo de nuevo. Pase lo que pase, las instalaciones de La Candela siempre serán una pequeña embajada de La Boca en Villa Luzuriaga.

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