"Vivir del ténis no es fácil"
Redactado en mayo de 2018
Vivir del ténis no es fácil
En Argentina existe una notable desigualdad entre la cantidad de tenistas profesionales y los que aún no llegaron a serlo. Según datos de la Asociación Argentina de Tenis (AAT), actualmente en el país hay 3.228 menores, que incluyen chicos desde la categoría sub-12 hasta sub-19, mientras que tan sólo 989 deportistas forman parte del circuito profesional nacional. Esa diferencia de más de dos mil personas demuestra que el porcentaje de abandono de esta disciplina ronda entre el 60 y 70 por ciento.
Agustín Molina entrenó desde los nueve años hasta los 18, y es uno de tantos que no alcanzaron el profesionalismo y optaron por dejar el tenis. En principio, aclara que a pesar del talento que pueda tener un chico, es más importante la constancia: “Yo no era el que mejor jugaba, pero tampoco el peor. Sin embargo, durante el tiempo que estuve, vi como algunos de los mejores se iban y los demás seguíamos. Los que tienen más técnica, por así decirlo, pueden ganarte en los entrenamientos o algún que otro partido. Pero a largo plazo los que quedan son los que tienen la intención de vivir de esto, y sacrifican muchas cosas para que se pueda dar”. Además, cuenta que sus profesores nunca valoraron más a los que jugaban mejor, sino que veían a todos por igual y cada uno era exigido de acuerdo a sus capacidades.
Roberto Bonfiglioli es entrenador de tenis sub-12, sub-14, sub-16 y sub-19 en el Círculo General Belgrano, club asociado a la AAT, y afirma que para alcanzar los objetivos en este deporte hay que acompañar al talento con disciplina y constancia. No alcanza con destacarse en lo técnico: hay que seguir adelante a pesar de cualquier dificultad que se cruce en el camino. En cuanto a lo deportivo, señala que los chicos no dudan en hablar con él acerca de su rendimiento en la cancha cuando sienten que no pueden ganar o que no son tan buenos como el resto, pero ante esos planteamientos les explica que todos son distintos, necesarios y tienen el mismo valor sin importar lo habilidosos que sean.
Molina afirma que las principales razones que lo hicieron dejar de jugar estuvieron relacionadas con su vida social: veía salir a sus amigos los fines de semana mientras él tenía que acostarse temprano para jugar o entrenar al otro día, y dejó de disfrutar el deporte. “Cuando dejó de ser algo que me alegraba y empecé a ir enojado o triste a los partidos, no quise saber más nada”, sentencia.
Según Damián Camaño, psicólogo deportivo, entre las edades de 15 y 20 años es común observar casos en los que se abandona un deporte debido a la aparición de otras actividades que generan más interés, ya que esto impacta en la dedicación que el chico le pone a la práctica deportiva, tal como le ocurrió a Molina.
El ex tenista de 21 años dice que los objetivos que se había planteado eran divertirse y practicar una actividad en la que se pudiera distraer de la rutina. No obstante, hay chicos que se imponen metas mucho más exigentes. El psicólogo deportivo Dan Weksler reconoce este problema como el “síndrome de Burnout”. “En el deporte, el síndrome de Burnout se refiere a la situación que vive un deportista cuando se fija objetivos demasiado ambiciosos, hasta imposibles. Todos los niños suelen apuntar a la cima porque los grandes lo hacen, pero esa decepción al verse lejos de sus propósitos hace que quieran abandonar”, explica, a lo que Castaño agrega que el fallo se ubica en el momento en que se planifican las expectativas del futuro deportista.
El entrenador del Círculo no es ajeno a los casos en que la búsqueda del éxito se vuelve contraproducente para el tenista: “Algunos chicos cambian mucho de club. No tienen buenos resultados y prueban en otros lados, o escuchan comentarios de que en otros clubes hay mejores entrenadores. Entonces, en el afán de mejorar, cambian, cambian y cambian de entrenador (lo que en mi opinión está muy mal) y pierden esa continuidad que se necesita”
Aun así, una persona con objetivos simples y definidos puede sufrir el síndrome por presiones de sus referentes adultos: los padres.
Molina relata que empezó a jugar al tenis porque su papá, que siempre fue fanático del deporte, le propuso empezar, a lo que él accedió. “Me decía que iba a llegar a ser profesional y que ahí iba a ver la recompensa de todo el esfuerzo. Nunca me obligó a nada, pero estaba muy entusiasmado con que me dedicara a esto”, confiesa. Y aunque no haya sido su caso, la presión de los papás o familiares puede provocar en el deportista graves consecuencias.
Weksler afirma que la exigencia de los padres -o cualquier adulto- influye en los chicos de muy mala manera, porque a la hora de competir se pone en juego la obligación de cumplir con ellos, y la presión que esto provoca hace que se deje de disfrutar el deporte. En consecuencia, el niño comienza a ver la actividad como un trabajo y deja de encontrar en ella lo que fue a buscar. “Si los padres no acompañan bien, puede ser muy perjudicial”, asegura. También advierte que si se observa en el joven una grave exigencia paterna, el psicólogo del club está obligado a intervenir, y en caso de que la institución no cuente con uno -como en muchas ocasiones- el entrenador debe cumplir ese rol.
El chico que dejó el tenis 3 años atrás declara que, a pesar de que a su papá le haya disgustado la idea de que renunciara a la actividad, no intentó obligarlo a seguir. “Mi papá me trató de convencer para que no abandone porque pensó que era un sentimiento pasajero, pero yo lo venía pensando hace rato. Después, cuando entendió por qué tomé esa decisión, lo aceptó y me dijo que yo era lo suficientemente grande como para elegir por mí mismo. Igualmente, me di cuenta de que no le gustó mucho, ja ja”, relata.
Camaño mantiene que el aporte de un psicólogo deportivo ante la manifestación de querer dejar el tenis es tratar de acompañar la decisión. No se debe imponer la continuidad si no hay una motivación genuina. “Lo importante es sostener en el tiempo los valores que están implícitos en la práctica de cualquier deporte: esfuerzo, sacrificio, compañerismo, y tratar de que la práctica deportiva esté ligada al disfrute. La dificultad para llegar a ser profesional no debe ser razón para que se deje la práctica, sino una oportunidad para que, por medio del deporte, se aprendan modos de resolver situaciones que puedan transferirse a cualquier ámbito de la vida particular”, profundiza.
Bonfiglioli, desde su puesto de responsable dentro del club, también debe lidiar con planteos de abandonos del tenis, y su posición respecto al tema es similar a la de los psicólogos: “Cuando viene un chico con la idea de dejar, yo le digo que es su elección, mientras la haya conversado con sus padres y esté convencido de que es la correcta, la voy a respetar”.
Finalmente, Molina cuenta que tuvo compañeros que abandonaron por la presión que sentían al salir a la cancha: “Algunos sufrían cuando tenían que jugar por un torneo. Tuve un amigo que se largó a llorar por haberse equivocado en una sola jugada, y cuando le pregunté qué le había pasado me respondió que todos lo vieron cometer un error tonto. Ahí me di cuenta de lo asustados que se pueden sentir algunos por equivocarse”.
El entrenador, que trabaja con chicos hace más de 30 años, procura alejarlos del miedo a fallar mediante constantes charlas e interacciones. “Lo que más intento es llevar al chico a la felicidad, a sentir el deporte como parte de la vida y no como algo pesado, molesto, que genera presión o tristeza. Entonces el chico que perdura en el grupo lo hace porque está feliz, no por obligación”, comenta el docente del club de Ciudad Evita desde 2006.
Los psicólogos explicaron que en ciertos aspectos el tenis no varía sus requerimientos emocionales con respecto a los deportes en equipo. Para ambos tipos de actividades el protagonista debe saber afrontar su rol en un grupo de personas, no perder la motivación y saber manejar los sentimientos. Sin embargo, tanto Weksler como Camaño señalaron que el contraste se halla en que un tenista debe tener la fortaleza mental necesaria para soportar momentos adversos, tomar decisiones bajo presión y mantenerse focalizado.
Por último, Agustín Molina se descargó: “Yo dejé el tenis por falta de motivación, algunos conocidos porque no aguantaban la exposición en la cancha, y otros porque no soportaban más a sus viejos. Sea por el motivo que sea, la gente debería dejar de cuestionar, porque nadie más que uno mismo sabe por todo lo que hay que pasar para llegar al punto de no poder más”.
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